La figura de Guillermo de Ockham (también escrito Occam) es en muchas ocasiones
interpretada como la de un empirista moderno resuelto a poner fin al modelo teológico
filosófico construido en el seno del cristianismo en la Edad Media. Si es cierto que su actitud
crítica favoreció el fin de la hegemonía del sistema anterior, hemos de situar al pensador en un
contexto social y filosófico propio y tomar en consideración lo que fueron sus preocupaciones
inmediatas. La obra de Guillermo de Ockham es la de un franciscano del siglo XIV inmerso en
los debates filosóficos, teológicos y políticos de su época. Partiendo de la consideración de
pensadores clásicos, aunque aplicando con firmeza el rigor de la lógica a sus postulados, a la
vez que pretendiendo purgar la teología de elementos ajenos a la fe cristiana, favoreció la
crisis de la escolástica y anticipó problemas que centrarían los debates de la filosofía moderna.
Su interés por el rigor doctrinal le condujo al enfrentamiento con el papado; su esfuerzo por
desligar a la teología de conceptos filosóficos de herencia griega introducidos en la filosofía
cristiana que, según interpretaba, hacían peligrar los principios de fe relativos a la libertad y
omnipotencia divina, acabó favoreciendo el debilitamiento del sólido modelo teológico filosófico
imperante. Con su intensa actividad en el campo de la lógica y una visión empirista del
conocimiento, Ockham será el catalizador de un nuevo movimiento filosófico nominalista que
consideraba a los universales simples términos sin referente metafísico y centraba el valor del
conocimiento en la experiencia frente a la abstracción. Su separación entre teología y filosofía
significará la crisis del sistema medieval que había llevado a su máximo esplendor Tomás de
Aquino y que proporcionaba justificación racional a las principales creencias religiosas; un
conjunto estructurado en el que Dios se constituía como punto de partida para la explicación de
la realidad.
Por Navaja de Ockham se entiende el llamado principio
de economía o de parsimonia. Se trata de un principio de
simplicidad según el cual es preferible siempre optar por la
explicación más sencilla, ya que ésta se halla en
condiciones de ser la más cierta. Ockham lo formula del
siguiente modo: “Entia non sunt multiplicanda praeter
necessitatem”, o lo que es lo mismo: las entidades no
deben multiplicarse sin necesidad.
Si bien la noción no le pertenece, la aplicación sistemática
por parte del filósofo de este principio de simplicidad
supondrá, como veremos en los siguientes capítulos, una
revisión sin precedentes de la metafísica y la teoría de
conocimiento característicos de la filosofía tradicional,
apoyada en muchos casos en ciertas nociones abstractas
que Guillermo de Ockham considerará innecesarias.
La idea de Dios como un ser ilimitado y omnipotente es
uno de los elementos centrales del pensamiento de Guillermo
de Ockham. La voluntad divina carece de límites y no
existe nada superior a lo que ella deba someterse. Siempre
que no exista contradicción, nada puede limitar el poder
creador divino.
Como dogma de fe, este principio fue admitido por todos los
pensadores cristianos con anterioridad, aunque Ockham
entendía que muchos de sus planteamientos suponían de
hecho una limitación del poder divino.
El argumenento según el cual Dios creó el mundo
tomando como modelos ideas universales existentes
previamente en su mente se llama ejemplarismo.
Para Ockham no pueden existir ideas
ejemplares, ya que éstas limitarían la voluntad
divina, pues Dios hubiera debido atenerse a ellas en
el momento de la creación, y no hay nada que pueda
limitar su voluntad.
Esta negación de las ideas ejemplares conduce a
Ockham a interpretar que Dios, no sirviéndose de
modelos previos existentes en su mente, crea
directamente a los seres individuales. Esta
interpretación es coherente con el principio de
economía, ya que entiende que las ideas ejemplares constituyen un añadido innecesario entre
Dios y los seres creados. Su negación tendrá importantes consecuencias respecto a su
interpretación de lo real y su conocimiento.
REALIDAD Y CONOCIMIENTO:
Vamos a ponerles nombres a estos tres individuos. Empezando por nuestra izquierda: Luisa,
María y Lucky. Si nos pidieran su descripción lo tendríamos bastante fácil: se trata de dos
chicas y un gato. ¿Qué es lo que tienen en común Luisa y María para que las agrupemos
bajo un mismo concepto? Ambas son mujeres, pertenecen a la especie humana. Si
quisiéramos concluir desde ahí, siguiendo a los autores anteriores, desde Platón a Santo
Tomás, que ambas poseen una esencia común, y que es eso lo que las diferencia del gato,
Ockham se apresuraría a corregirnos: existen los individuos (Luisa, María y Lucky) y no las
esencias universales. Empleamos los conceptos genéricos para referirnos a los individuos
entre los que observamos semejanzas sin distinguir entre ellos. Un conocimiento aún
confuso no nos permite diferenciar entre Luisa y María (seres humanos), aunque sí entre
ellas y Lucky (gato). Un conocimiento más preciso nos permite la distinción y nos conduce a
los individuos en particular: Luisa, María y Lucky
NOMINALISMO:
En nuestro lenguaje empleamos términos que nos
sirven para designar entidades concretas, nombres
propios como por ejemplo “Guillermo de Ockham”;
sin embargo en gran medida nuestro lenguaje se
basa en conceptos genéricos, términos comunes que
nos sirven para nombrar a diferentes seres o
propiedades; si yo digo que Guillermo de Ockham fue
un hombre que se dedicó a la filosofía, empleo
palabras como hombre o filosofía, que sirven para
muchos casos distintos.
Uno de los asuntos que más preocuparon a la
filosofía medieval fue determinar qué tipo de
existencia poseían los universales. La cuestión
fue tratada por filósofos griegos como Platón o
Aristóteles que, frente a una visión como la de
Heráclito de un mundo en un continuo fluir,
defendieron, al margen de los cambios operados en
las entidades individuales, la existencia de esencias o
formas universales, eternas e inmutables, que eran
la razón de ser de las cosas individuales y el
verdadero objeto de la ciencia.
Como recordarás, Platón y Aristóteles tuvieron una visión muy distinta respecto a la
vinculación entre las formas y los seres individuales, de igual modo en la Edad Media se dieron
diferentes posturas al respecto. La afirmación de la existencia de las esencias universales
se denomina realismo. Dentro del realismo las posiciones iban desde el platonismo de San
Agustín, que defendía su existencia separada e independiente, hasta el realismo moderado de
base aristotélica de Santo Tomás, que concebía las esencias ligadas a las cosas mismas.
En oposición al realismo, el nominalismo mantenía la tesis de que las esencias universales
eran sencillamente conceptos mentales. Esta idea había sido defendida con anterioridad a
Ockham por algunos filósofos, como el francés Roscelíno, quien postuló que las esencias
universales eran simples nombres sin base real.
EL CONOCIMIENTO INTUITIVO :
En la unidad anterior estudiamos las dos posiciones
filosóficas más influyentes en el periodo medieval: las
de San Agustín y Santo Tomás. En relación con el
conocimiento, Agustín de Hipona, siguiendo a Platón,
interpretaba que éste no tenía como verdadero
objetivo las cosas del mundo sensible, sino las ideas,
que eran eternas e inmutables. Llegamos a ellas
mediante un proceso de interiorización que nos
conduce a la verdad. Con un planteamiento de raíz
aristotélica, Tomás de Aquino pensaba que el
conocimiento debía partir necesariamente de la
experiencia: los sentidos nos proporcionan imágenes
de los seres individuales y el entendimiento, a través
de un proceso de abstracción, sería capaz de captar la
forma o el universal del objeto prescindiendo de su
materia individual. De uno u otro modo, el verdadero
conocimiento lo sería de las esencias universales, no
de lo particular.
Acorde con su negativa a admitir a la existencia de
las esencias universales, Ockham rechaza la
visión platónica y su posibilidad de un
conocimiento directo de éstas, pero también la
interpretación tomista del aristotelismo que
defiende su conocimiento a través de un proceso
de abstracción. Para Tomás de Aquino, entre el
objeto sensible y su conocimiento median unas
imágenes (especies) sobre las que opera el
entendimiento para extraer el concepto universal.
Ockham no admite la existencia de dichas especies
intermediarias que, de acuerdo con el principio de
economía, no multiplicar los entes sin necesidad, le
resultan innecesarias.
ÉTICA Y POLÍTICA:
¿Cuál es la razón de que, en el contexto de la moral cristiana, puedan considerarse pecado
acciones tales como odiar a Dios, robar o cometer adulterio? La voluntad divina que
establece su prohibición. Esos mismos actos podrían ser actos meritorios si Dios los
mandase, ya que Dios puede ordenar todo siempre que no implique contradicción lógica.
En el campo de la ética Ockham defiende una postura
voluntarista acorde con su argumento central basado en las
ideas de la omnipotencia y la libertad divinas. Descartada la
existencia de un mundo de ideas inmutables, lo bueno y lo malo
no pueden determinarse racionalmente mediante una reflexión
filosófica. El fundamento de la moral se encuentra en la
dependencia que el ser humano guarda con respecto a Dios; el
ser humano está obligado a aceptar la voluntad divina.
Ockham abandona el concepto tomista de una ley natural
inmutable, la norma moral es la voluntad divina, sin estar él
sujeto a obligación alguna.
En lo político, la vida de Ockham estuvo marcada por
sus desencuentros con el Papado por asuntos como
la disputa sobre la pobreza evangélica, o la
mantenida por el papa Juan XXII y sus seguidores
con el emperador Luis IV de Baviera por el control
del poder. Tomando partido a favor de este último, y
en contra del absolutismo papal dentro de la iglesia,
Ockham defendió la independencia de los
poderes terrenales respecto de la iglesia en
relación con los asuntos temporales y la libertad de
la población para, de ser su voluntad, establecer su
propia forma de gobierno. De este modo Ockham,
pensando que las esferas de lo espiritual y de lo
temporal deben estar separadas con claridad, lleva
a cabo en el ámbito político y religioso una escisión
similar a la realizada entre la teología y la filosofía.
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