miércoles, 1 de febrero de 2017

La critica de la Escolástica: Ockham

La figura de Guillermo de Ockham (también escrito Occam) es en muchas ocasiones interpretada como la de un empirista moderno resuelto a poner fin al modelo teológico filosófico construido en el seno del cristianismo en la Edad Media. Si es cierto que su actitud crítica favoreció el fin de la hegemonía del sistema anterior, hemos de situar al pensador en un contexto social y filosófico propio y tomar en consideración lo que fueron sus preocupaciones inmediatas. La obra de Guillermo de Ockham es la de un franciscano del siglo XIV inmerso en los debates filosóficos, teológicos y políticos de su época. Partiendo de la consideración de pensadores clásicos, aunque aplicando con firmeza el rigor de la lógica a sus postulados, a la vez que pretendiendo purgar la teología de elementos ajenos a la fe cristiana, favoreció la crisis de la escolástica y anticipó problemas que centrarían los debates de la filosofía moderna. Su interés por el rigor doctrinal le condujo al enfrentamiento con el papado; su esfuerzo por desligar a la teología de conceptos filosóficos de herencia griega introducidos en la filosofía cristiana que, según interpretaba, hacían peligrar los principios de fe relativos a la libertad y omnipotencia divina, acabó favoreciendo el debilitamiento del sólido modelo teológico filosófico imperante. Con su intensa actividad en el campo de la lógica y una visión empirista del conocimiento, Ockham será el catalizador de un nuevo movimiento filosófico nominalista que consideraba a los universales simples términos sin referente metafísico y centraba el valor del conocimiento en la experiencia frente a la abstracción. Su separación entre teología y filosofía significará la crisis del sistema medieval que había llevado a su máximo esplendor Tomás de Aquino y que proporcionaba justificación racional a las principales creencias religiosas; un conjunto estructurado en el que Dios se constituía como punto de partida para la explicación de la realidad.

Por Navaja de Ockham se entiende el llamado principio de economía o de parsimonia. Se trata de un principio de simplicidad según el cual es preferible siempre optar por la explicación más sencilla, ya que ésta se halla en condiciones de ser la más cierta. Ockham lo formula del siguiente modo: “Entia non sunt multiplicanda praeter necessitatem”, o lo que es lo mismo: las entidades no deben multiplicarse sin necesidad. Si bien la noción no le pertenece, la aplicación sistemática por parte del filósofo de este principio de simplicidad supondrá, como veremos en los siguientes capítulos, una revisión sin precedentes de la metafísica y la teoría de conocimiento característicos de la filosofía tradicional, apoyada en muchos casos en ciertas nociones abstractas que Guillermo de Ockham considerará innecesarias.

La idea de Dios como un ser ilimitado y omnipotente es uno de los elementos centrales del pensamiento de Guillermo de Ockham. La voluntad divina carece de límites y no existe nada superior a lo que ella deba someterse. Siempre que no exista contradicción, nada puede limitar el poder creador divino. Como dogma de fe, este principio fue admitido por todos los pensadores cristianos con anterioridad, aunque Ockham entendía que muchos de sus planteamientos suponían de hecho una limitación del poder divino.

 El argumenento según el cual Dios creó el mundo tomando como modelos ideas universales existentes previamente en su mente se llama ejemplarismo. Para Ockham no pueden existir ideas ejemplares, ya que éstas limitarían la voluntad divina, pues Dios hubiera debido atenerse a ellas en el momento de la creación, y no hay nada que pueda limitar su voluntad. Esta negación de las ideas ejemplares conduce a Ockham a interpretar que Dios, no sirviéndose de modelos previos existentes en su mente, crea directamente a los seres individuales. Esta interpretación es coherente con el principio de economía, ya que entiende que las ideas ejemplares constituyen un añadido innecesario entre Dios y los seres creados. Su negación tendrá importantes consecuencias respecto a su interpretación de lo real y su conocimiento.

REALIDAD Y CONOCIMIENTO:
Vamos a ponerles nombres a estos tres individuos. Empezando por nuestra izquierda: Luisa, María y Lucky. Si nos pidieran su descripción lo tendríamos bastante fácil: se trata de dos chicas y un gato. ¿Qué es lo que tienen en común Luisa y María para que las agrupemos bajo un mismo concepto? Ambas son mujeres, pertenecen a la especie humana. Si quisiéramos concluir desde ahí, siguiendo a los autores anteriores, desde Platón a Santo Tomás, que ambas poseen una esencia común, y que es eso lo que las diferencia del gato, Ockham se apresuraría a corregirnos: existen los individuos (Luisa, María y Lucky) y no las esencias universales. Empleamos los conceptos genéricos para referirnos a los individuos entre los que observamos semejanzas sin distinguir entre ellos. Un conocimiento aún confuso no nos permite diferenciar entre Luisa y María (seres humanos), aunque sí entre ellas y Lucky (gato). Un conocimiento más preciso nos permite la distinción y nos conduce a los individuos en particular: Luisa, María y Lucky

NOMINALISMO:
En nuestro lenguaje empleamos términos que nos sirven para designar entidades concretas, nombres propios como por ejemplo “Guillermo de Ockham”; sin embargo en gran medida nuestro lenguaje se basa en conceptos genéricos, términos comunes que nos sirven para nombrar a diferentes seres o propiedades; si yo digo que Guillermo de Ockham fue un hombre que se dedicó a la filosofía, empleo palabras como hombre o filosofía, que sirven para muchos casos distintos. Uno de los asuntos que más preocuparon a la filosofía medieval fue determinar qué tipo de existencia poseían los universales. La cuestión fue tratada por filósofos griegos como Platón o Aristóteles que, frente a una visión como la de Heráclito de un mundo en un continuo fluir, defendieron, al margen de los cambios operados en las entidades individuales, la existencia de esencias o formas universales, eternas e inmutables, que eran la razón de ser de las cosas individuales y el verdadero objeto de la ciencia. Como recordarás, Platón y Aristóteles tuvieron una visión muy distinta respecto a la vinculación entre las formas y los seres individuales, de igual modo en la Edad Media se dieron diferentes posturas al respecto. La afirmación de la existencia de las esencias universales se denomina realismo. Dentro del realismo las posiciones iban desde el platonismo de San Agustín, que defendía su existencia separada e independiente, hasta el realismo moderado de base aristotélica de Santo Tomás, que concebía las esencias ligadas a las cosas mismas. En oposición al realismo, el nominalismo mantenía la tesis de que las esencias universales eran sencillamente conceptos mentales. Esta idea había sido defendida con anterioridad a Ockham por algunos filósofos, como el francés Roscelíno, quien postuló que las esencias universales eran simples nombres sin base real.

EL CONOCIMIENTO INTUITIVO :
En la unidad anterior estudiamos las dos posiciones filosóficas más influyentes en el periodo medieval: las de San Agustín y Santo Tomás. En relación con el conocimiento, Agustín de Hipona, siguiendo a Platón, interpretaba que éste no tenía como verdadero objetivo las cosas del mundo sensible, sino las ideas, que eran eternas e inmutables. Llegamos a ellas mediante un proceso de interiorización que nos conduce a la verdad. Con un planteamiento de raíz aristotélica, Tomás de Aquino pensaba que el conocimiento debía partir necesariamente de la experiencia: los sentidos nos proporcionan imágenes de los seres individuales y el entendimiento, a través de un proceso de abstracción, sería capaz de captar la forma o el universal del objeto prescindiendo de su materia individual. De uno u otro modo, el verdadero conocimiento lo sería de las esencias universales, no de lo particular. Acorde con su negativa a admitir a la existencia de las esencias universales, Ockham rechaza la visión platónica y su posibilidad de un conocimiento directo de éstas, pero también la interpretación tomista del aristotelismo que defiende su conocimiento a través de un proceso de abstracción. Para Tomás de Aquino, entre el objeto sensible y su conocimiento median unas imágenes (especies) sobre las que opera el entendimiento para extraer el concepto universal. Ockham no admite la existencia de dichas especies intermediarias que, de acuerdo con el principio de economía, no multiplicar los entes sin necesidad, le resultan innecesarias.

ÉTICA Y POLÍTICA:
¿Cuál es la razón de que, en el contexto de la moral cristiana, puedan considerarse pecado acciones tales como odiar a Dios, robar o cometer adulterio? La voluntad divina que establece su prohibición. Esos mismos actos podrían ser actos meritorios si Dios los mandase, ya que Dios puede ordenar todo siempre que no implique contradicción lógica. En el campo de la ética Ockham defiende una postura voluntarista acorde con su argumento central basado en las ideas de la omnipotencia y la libertad divinas. Descartada la existencia de un mundo de ideas inmutables, lo bueno y lo malo no pueden determinarse racionalmente mediante una reflexión filosófica. El fundamento de la moral se encuentra en la dependencia que el ser humano guarda con respecto a Dios; el ser humano está obligado a aceptar la voluntad divina. Ockham abandona el concepto tomista de una ley natural inmutable, la norma moral es la voluntad divina, sin estar él sujeto a obligación alguna. En lo político, la vida de Ockham estuvo marcada por sus desencuentros con el Papado por asuntos como la disputa sobre la pobreza evangélica, o la mantenida por el papa Juan XXII y sus seguidores con el emperador Luis IV de Baviera por el control del poder. Tomando partido a favor de este último, y en contra del absolutismo papal dentro de la iglesia, Ockham defendió la independencia de los poderes terrenales respecto de la iglesia en relación con los asuntos temporales y la libertad de la población para, de ser su voluntad, establecer su propia forma de gobierno. De este modo Ockham, pensando que las esferas de lo espiritual y de lo temporal deben estar separadas con claridad, lleva a cabo en el ámbito político y religioso una escisión similar a la realizada entre la teología y la filosofía.


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